Se activan muchas de las fuerzas vivas de la comunidad alrededor de las prácticas rituales y trabajos colectivos con el fin de realizar una despedida adecuada y lograr establecer nuevas relaciones con ese ser que siempre estará presente como ancestro Nos explica Saulo Enrique Mosquera que los ancestros para las comunidades bojayaseñas «son las personas mayores de la primera generación, donde empieza la familia». en la vida de las nuevas generaciones. Explica la docente y gestora cultural chocoana Ana Gilma Ayala AYALA, A. G. (2011). Rituales mortuorios afroatrateños en el Alto y Medio Atrato. Editorial Mundo Libro. en su libro Rituales mortuorios afroatrateños en el Alto y Medio Atrato.
La herencia africana nos muestra que la muerte no rompe los lazos con el difunto y sus familiares. Se le considera un paso a través del cual se llega a otra dimensión. El concepto de ancestralidad convierte al difunto en la vida atrateña como un resucitado capaz de hacerse presente a través de mensajes a la comunidad. Por esto no a todos se les considera ancestros, sino a aquellos que en vida supieron aconsejar y se cree que ya difuntos siguen haciendo el mismo papel.(2011, p. 25)
El padre Sterlin Londoño plantea que este vínculo que se reclama entre muerte y raíces africanas se evidencia en momentos de la ritualidad como el novenario, los símbolos que la acompañan tales como los santos, la mariposa negra, las tumbas decoradas, el agua, las plantas, rezos y cantos. Explica el padre Sterlin,
Por ejemplo, en los símbolos que se colocan allí, todos los símbolos son muy fuertes, uno de los símbolos es la presencia de san Antonio de Padua. En muchos lugares está la imagen de san Antonio de Padua, pero es una imagen que tiene un doble significado: por un lado, está el significado que tiene desde la espiritualidad católica, pero también está el significado que tiene desde la espiritualidad africana, no católica, y que está allí en lo que se canta y lo que se dice a san Antonio de Padua, allí se da ese sincretismo.
En palabras del antropólogo Jaime Arocha, AROCHA, J. (2018). Afrocine: enaltecimientos por venir. En Gerencia de Artes Audiovisuales del Instituto Distrital de las Artes Idartes. Catálogos Razonados. Muestra afro (pp. 100-129). Cinemateca Distrital; Instituto Distrital de las Artes. estudioso de las afrocolombias y de sus ritos mortuorios,
la ritualidad de las comunidades negras alrededor de la muerte tiene un profundo cimiento: el culto a los ancestros, a su vez, fundamentado en la idea de la convivencia entre muertos y vivos, memoria que compartió casi la totalidad de la gente secuestrada en África occidental y central para su deportación hacia las Américas y el Caribe. (2018, 120)
La interrelación entre la vida y la muerte es el principio de la vida en donde una sombra se une al cuerpo para dar la vida y cuando se separa surge la muerte. Las personas que fallecen se comunican con sus familiares o con su comunidad a través de los sueños. Les dan consejos sobre cómo comportarse.
Un elemento importante que da claridad sobre la concepción de la persona y sus vínculos con la vida, la muerte y el territorio es el ritual de la
ombligada
Saulo Enrique Mosquera nos explica sobre el proceso que «cuando un niño nace, la comadrona o partera le corta el ombligo. Cuando se cae el ombligo, empiezan a estar al cuidado de este, hasta que está sano. Cuando ya el ombligo sana, empiezan a ponerle plantas, elementos de la naturaleza [...] El ombligado es quien al nacer experimentó ese ritual».
que establece la interrelación entre concepciones de persona y sus vínculos con la vida, la muerte y el territorio. Como lo define Yúber Palacios, este ritual habla de una
costumbre tradicional de aplicar sobre el ombligo del niño recién nacido un fragmento de vegetal, animal o mineral con el propósito de influenciar en el niño las características o poderes de las sustancias impregnadas. En la visión afrochocoana, la ombligada constituye el enlace de la energía del individuo con otros seres animados e inertes. Las parteras […] en asocio con las maternas, después de tres o cinco días de haberse caído el ombligo del recién nacido, proceden a realizar el rito de la ombligada. Escogen el elemento de la ombligada que determinará la dirección de lo que será el individuo.
La muerte que es entendida como proceso no se vive en solitario. La noción de acompañamiento colectivo inicia desde el mismo momento de la enfermedad o agonía (Ayala, 2011) de ahí se deriva la norma de estar con el enfermo hasta el momento de su fallecimiento.
Podemos decir que la
mortuoria
Momento y conjunto de rituales practicados en el momento de la muerte.
afrodescendiente reafirma los sentidos de la vida comunitaria y potencia las fuerzas de reconstrucción y reparación de vínculos. Los ritos funerarios son momentos donde el dolor de la muerte y la pérdida se articulan al encuentro y la fuerza con la vida comunitaria y la vida misma.
No es necesario que el que se muere haya tenido en vida relaciones con todos los de la comunidad para que sus deudos sean motivo de solidaridad. Esto se explica porque el ritual de difuntos se convierte en una expresión de sintonía colectiva, donde se desarrollan actitudes y acciones solidarias: costo del ritual, el llanto no es exclusivo de los dolientes, chistes y tragos son propios de los cercanos al muerto porque es la vida del difunto lo que se cuenta, su paso por el mundo de los vivos, son recordados sus momentos finales. (Ayala, 2011, p.22) AYALA, A. G. (2011). Rituales mortuorios afroatrateños en el Alto y Medio Atrato. Editorial Mundo Libro.
Para realizar el viaje, que es la muerte, se necesitan, en palabras de la profesora Ana Gilma, una serie de
«aparejos»
Conjunto de instrumentos, herramientas y objetos necesarios para realizar un trabajo o una acción.
e «insumos materiales y espirituales». Los primeros hacen referencia a los objetos de la mortuoria del difunto, el
cajón,
Forma de denominar al ataúd, el objeto en el que es dispuesto el cadáver del difunto para su velación y entierro.
los componentes de este, mientras que los segundos son rezos y cantos que se interpretan principalmente por medio de
alabaos
Cantos rituales para velorio y novena de personas adultas, para celebraciones de Semana Santa, alumbramientos y, más recientemente, como canto de denuncia social. Su temática se mueve entre textos religiosos y textos sobre la muerte. Nos explica Saulo Enrique Mosquera que se trata de «unos ritos que nos permiten acompañar el sentir de nuestra gente cuando mueren, en momentos de dolor. Hoy, el alabao no se centra únicamente en el dolor, sino que también es una forma de denuncia ante la opinión pública por el maltrato que se le da a la comunidad».
para las personas adultas,
gualíes
Nos explica Saulo Enrique Mosquera que el gualí «es el ritual en el que se baila y se arrulla a los erubines y querubines, la forma de nombrar el velorio de los angelitos».
para el caso de niños y niñas grandes o
chigualos
Nos explica Saulo Enrique Mosquera que es «una forma de cantar a los niños erubines y querubines, una forma de arrullar a los angelitos que fallecen».
para los/as bebés. Parte de ese viaje es acompañado por la comunidad, por eso para los pueblos afrochocoanos y del Pacífico en general es tan importante llevar a su difunto hasta su «morada final» en el cementerio, reconocido como la casa del difunto (Ayala, 2020). Ninguno de estos rituales y acciones pueden llevarse a cabo para las víctimas de la masacre de Bojayá.
De acuerdo con el etnomusicólogo
Alejandro Tobón et al.,
TOBÓN, A., OCHOA, F., SERNA, J., Y LÓPEZ, S. (2015). El río que baja cantando. Estudio etnomusicológico sobre romances de tradición oral del Atrato medio. Editorial Universidad de Antioquia.
que se acerca al alabao como esa poética ritual fruto de transformaciones y adaptaciones históricas de los romances traídos por los españoles como parte del proyecto colonizador y evangelizador entre los siglos XVI y XVII y adaptados en su mayoría por los descendientes de africanos esclavizados; el vínculo de este canto con el ritual mortuorio da cuenta de como «la muerte solo se confirma si se dan las ceremonias rituales a cargo de los vivos […] El ritual se convierte así en eje fundamental para que vivos y muertos continúen en paz su trasegar» (2015, p. 24). La certeza de la muerte está entonces en la despedida que es marcada por esas ceremonias rituales y sus diferentes momentos.
Los rituales mortuorios afrodescendientes en toda la región del Pacífico colombiano se reconocen por una serie de prácticas cuidadosas que acompañan el proceso de morir, hasta el momento final de despedida en el
levantamiento de tumba,
Nos explica Saulo Enrique Mosquera que es «la forma como se da la despedida final a los seres queridos, en la novena noche de la novena corrida, al amanecer de esa noche se levanta la tumba, ahí termina el ritual».
el décimo segundo y penúltimo momento de la mortuoria afroatrateña.
En sintonía con estos sentidos de la muerte para la gente de Bojayá, las víctimas mortales de la masacre del 2 de mayo de 2002 son los muertos de todos. Como lo explica José de la Cruz Valencia,
cuando una persona se nos muere en la comunidad no es solo el dolor de esa familia […] hasta las responsabilidades económicas no las asume solo la familia sino que las asume toda la comunidad, todo el mundo da sus aportes.
Es claro que para las comunidades bojayaseñas uno de los sentimientos que marca la experiencia de horror vivida en el etnocidio es el de la suspensión de los rituales mortuorios y, con eso, el establecimiento de una deuda con sus muertos. Esta suspensión de los rituales implica daños culturales, morales, comunitarios y en general de relaciones con el territorio y los ancestros que están atravesadas por el bienestar espiritual.
Los cierres rituales para los seres queridos caídos en la masacre de Bojayá permanecen pendientes por más de 15 años. Los muertos no tenían lugar pese a que cada año se les conmemoraba con actos rituales. En el lugar en el que estaban era claro que no había cómo identificar quién estaba dónde. Esta realidad que pesa en cada familiar se hace evidente, pública, abierta, material en el momento de la exhumación. En este momento todos manifiestan un mismo sentimiento, culpa, dolor, indignación: «nuestros familiares estaban enterrados como perros». Al respecto, Minerva Córdoba Perea, rezandera, explica:
Nosotros acá tenemos sus costumbres. Nosotros hacemos su tumba de cuatro caras, también se hace una tumba normal. Le ha puesto el agua, su luz de noche. También se reza todas las noches hasta que llegan las nueve noches. Se hacen su repartida, le dan su café, le dan pan, galletas, aguardiente, todas esas cosas se reparten en la novena, desde el día que muere la persona hasta el día que llegan las nueve noches. Y ahí también están los vecinos, los amigos, consolando al dueño del muerto. Ese tipo de cosas […] se hacen acá. Entonces no es como por allá que se murió la gente, van por el día un ratico y ya le metieron candado y lo dejaron allá, y van a buscar otra vez cuando lo van a enterrar y se reúnen otro ratico allá y así [risas]. Todo el día acá, toda la noche, todo el día hasta llevarlo al campo santo. Esas son sus costumbres de uno allá.
Esta especialización en conocimientos mortuorios que congregan a las comunidades afrodescendientes se explica con el concepto de los servicios –como los llama la gente– o carismas –como los llaman en la iglesia católica–: «Se tiene el carisma, tener la atención desde cuando se muere, que todo el mundo acuda con la voluntad de servir», en palabras de Arnobio Achin Blandón, sepulturero de Bellavista. Bañar y vestir al difunto, avisar a lo largo del río a familiares y comunidades vecinas son algunas de las primeras labores antes de dar inicio a los preparativos del ritual.
El hecho de enfrentarse a un ritual postergado por 15 años, a una despedida de tantos difuntos niños, niñas y personas adultas, pone a las personas sabedoras, líderes, lideresas y comunidades bojayaseñas frente al reto de adecuación de los sentidos de la mortuoria a estas nuevas condiciones. Como lo plantea Saulo Enrique Mosquera (q. e. p. d.), una de las grandes preocupaciones es cómo hacer un ritual que respete las diferencias que cada difunto tiene y las ceremonias que demanda, con el principio de despedida comunitaria y colectiva. De ahí la importancia, insistencia y esfuerzo realizado para que la familia extensa también esté presente:
La otra condición acá, esto para permitir de que entonces todos los duelos pudiéramos estar en un solo lugar, en un solo espacio, porque entonces si el niño mío que murió en edad de seis meses yo me toca hacerle su velorio por allá en mi casa ¿cómo usted me acompañaría? ¿usted cómo me acompañaría? Entonces sería un problema muy complejo, pero si está el mío, el suyo, y todos estamos acompañándonos mutuamente, eso fue una de las cosas que nosotros hemos venido también planteando frente a eso.