En la guerra, que una familia no pueda enterrar dignamente a su muerto abre una gran incertidumbre sobre la verdadera suerte del ser querido. Las dudas que los representantes de las víctimas de Bojayá llevan al proceso de diálogo durante los acuerdos de paz con la guerrilla de las Farc-EP y el Estado colombiano en La Habana, Cuba, en el 2014, evidencian la gran deuda histórica de esclarecimiento con el pueblo bojayaseño tanto por parte del Estado como de la guerrilla y los paramilitares. La deuda la entendemos como el no cumplimiento de las condiciones mínimas que garanticen los derechos de aquellos que sobrevivieron y aún no tienen claro qué pasó con los cuerpos de sus seres queridos; aquellos que viven con las heridas y lesiones que deja la masacre y no son atendidos de manera adecuada ni han sido reparados administrativamente. Es una deuda que involucra a las instituciones del Estado y exige respuestas y cumplimiento. En la que también quedan pendientes respuestas claras sobre las otras víctimas que han contraído cáncer en los años posteriores a la masacre y por la que han muerto diecisiete personas desde el 2002 hasta la fecha.
Aquí utilizamos los conceptos masacre y etnocidio para nombrar los hechos violentos ocurridos entre abril y mayo de 2002, particularmente la muerte masiva de personas en la iglesia San Pablo Apóstol de Bellavista viejo, y para subrayar que la masacre no es un hecho aislado sino parte de un conjunto de atrocidades y violaciones a los derechos humanos y territoriales de los pueblos afros e indígenas en el municipio de Bojayá y a lo largo del Medio Atrato.
A lo que sucede en Bojayá lo nombramos como masacre porque en la iglesia fue asesinado un grupo de personas desprotegidas que buscaron refugio allí. Fueron «un conjunto de personas que mataron, indefensas, donde la gente corrió [...] no tenían cómo defenderse de ese pelotón de gente que estaba peleando contra ellos, entonces los acabaron», según Luz Marina Cañola de Palacios, conocida como La Negra, lideresa y cantadora. Por su parte, la masacre de Bojayá tiene una dimensión de etnocidio por diversas razones: «caímos en una iglesia», quienes mueren son de raza negra y «en ese momento compartíamos un solo territorio. Territorio que había sido titulado a comunidades negras», en palabras de Saulo Enrique Mosquera Palacios (q. e. p. d.), rezandero, cantador e integrante del Comité.
El tema del etnocidio es claro: destrucción de un grupo étnico y de su cultura. Cuando llegaron los grupos armados y en particular los paramilitares acá la primera vez, ¿a quiénes llegaron buscando? A los sabedores tradicionales. A muchos de ellos los fusilaron y a partir de ahí la gente dejó de practicar el saber ancestral. […] Ya el adulto se iba solo a la finca y no había esa posibilidad de transmitirle ese saber a los jóvenes y adolescentes porque había que cuidarlos y dejarlos en el pueblo para protegerlos. Lo mismo con las niñas, casi siempre optaban por mandarlas a la ciudad para que el actor armado no llegara a enamorarlas o a violarlas. ¿Entonces qué se está rompiendo allí? Por supuesto que la cultura. […] A partir de que ocurre la masacre nuestra forma de relacionarnos con el territorio y con nosotros mismos cambió totalmente.
- José de la Cruz Valencia -
Para las comunidades embera del Medio Atrato, la violencia que precede a la masacre produce el desplazamiento masivo de quienes vivían en la cabecera municipal, Bellavista viejo, y fuerza a vivir a las autoridades indígenas y a las comunidades de la región en una crítica situación de confinamiento, miedo y crisis humanitaria en la que mueren algunas personas a causa de diferentes enfermedades, como también niños y niñas por desnutrición. En resumen, «se rompió un tejido social, cultural, ancestral», dice Ereiza Palomeque Mosquera, cantadora, rezandera y sabedora.
Estos eventos críticos hacen parte de una línea de tiempo que se presenta a continuación y que hace parte de una línea de tiempo más amplia que marca la historia de la guerra, la resistencia y lucha con el fin de recuperar su dignidad, así como los procesos organizativos de las comunidades del Medio Atrato y sus reclamos de verdad y justicia.
A continuación, se presenta el Mapa 1 para una contextualización geográfica de los territorios y ríos que conforman las comunidades del Medio Atrato y Bojayá en relación al departamento del Chocó, Colombia.
VER LAS LÍNEAS DE TIEMPO
Antecedentes del proceso de eventos significativos ocurridos entre el 2002 y el 2012, seguida de los hitos más importantes previos al proceso de exhumación.